domingo, 18 de enero de 2015

Despidiendo a una amiga, despidiendo la adolescencia

Cuando te despides de alguien, que ha estado mucho tiempo en tu vida, y que no sabes si en algún momento se volverán a ver, no por falta de ganas, no por conflictos, sino porque las promesas no siempre se cumplen, porque somos victimas del tiempo y del transcurso natural de la vida. La despedida, fue como los clichés de películas americanas, todos reunidos en el jardín, nos habíamos conocido desde que comenzamos la adolescencia, todos con sus hijos como símbolo del futuro y de la continuidad, con la adultez encima, se abrazaban, lloraban, recordaban toda una vida de convivencia, mientras la cámara se alejaba y se podía escuchar alguna canción nostálgica pero esperanzadora, mientras salían los créditos, y sabías que era el fin de eso de lo que habías sido parte y cómplice. En la carretera, en medio de la nada, o del todo que forma la naturaleza, se escuchaban viejas canciones, aunque la mayor parte fue silencio, en algunos momentos recordábamos nuestras aventuras, nuestros males, nuestra felicidad de compartirnos, reímos como siempre. No sé si fue la despedida más digna a tantos años de amistad, no dije lo que pensaba, ni la nostalgia que sentía, sé que quizá hubiera podido ser tema de burlas o sólo hubiera sido ignorada, nunca habíamos sido el tipo de amigas cursis, creo que eso siempre fue un punto de unión, no eramos empalagosas, eramos como las hermanas que se burlan, que se golpean, pero que siempre están presentes. Para los hombres la amistad con otros de su genero, toma tintes de complicidad, para las mujeres es más difícil encontrar amistad real en otras de su genero, porque tienden a tener una pelea oculta, a competir, a envidiar y porque pueden descubrir las verdaderas intenciones de la otra, o negar toda realidad en donde no se hablan con verdades. Cada una de las tres eramos en cierta medida parias del mundo de las mujeres, eramos relajadas y locas por naturaleza, fuertemente unas anti-princesas, hablando de los clichés no sólo del cine, sino de la vida. El último día de convivir en el mismo lugar, aunque no del mismo mundo, una voz en off, contaba lo que habíamos hecho en el futuro, lo que había pasado con nuestros destinos, sólo para que el espectador supiera que se había acabado una etapa en la vida de las protagonistas, que sólo estaban intentando encontrar su destino el camino inevitable del crecer,  que veía el fin de un ciclo,  y que aunque fue testigo del pasado, ahora a el le correspondía imaginar el futuro. 

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