martes, 26 de julio de 2016

¿Los miserables mexicanos o mexicanos miserables?

En realidad no tenía muchas ganas de encontrarme con ella, porque lo que recordaba es que era muy negativa y utópica al mismo tiempo, creía en la revolución, en el power people, claro, no era que yo no creyera en un país mejor, pero sabía que yo no lo cambiaría. Es más ni siquiera debería escribir "power people"cuando escriba sobre ella, porque hasta en eso demostraría el imperialismo yanki, ¡ese maldito capitalismo!, que ella odia.
Unos horas antes ya me estaba arrepintiendo de haberle invitado una nieve, ¡rayos, que flojera!, unos minutos antes de verle, ya quería inventar una excusa, pero soy de las que no me gusta quedar mal, y no por lo que piensen los otros, sino porque ya tengo un deber moral, que es el compromiso.
Me llamó cuando iba en la combi, no sé quizá acostumbrada a que otros le queden mal, o sólo por si mi bondad de invitarle, había sido una falsa alarma, ¡puta! y a mi tanto que me desespera que la gente dude de mí., y más cuando no tengo ganas y voy.
La vi de lejos llegar y note que en estos casi dos años sin verla, su ya característica imagen androgina, ahora también era muy notoria en su caminar, ahora era más escuálida, y sin duda los años se le notaban en su blanca piel. Siempre he pensado que la gente blanca envejece más pronto, cansada y con un pañuelo de colores en su cuello, parecía un poco hippie, de esos hippies cansados por andar de trotamundos.
Aunque el saludo fue flojo, y lo primero que dio a notar fueron mis cambios, por los años, por mi aspecto, por mi platica, por un momento me sentí cómo una extraña conmigo misma, y es que se está tan acostumbrado a uno mismo, que a veces no se pone atención a los cambios que se perciben.
La llevé a las mejores nieves, que inmediatamente hicieron que ganara de nuevo alguna confianza, porque eran artesanales, justamente estaba apoyando al comercio local, a lo natural, que  ahora anda tanto de moda y que ella ahora más que nunca apoya.
También le había prometido tabaco "orgánico", que la verdad no sabía si era orgánico, pero ambas no lo creímos.
Como siempre el verme de su lado, me dio la confianza, a lo que yo quería, una platica sobre su revolución, y así quizá entendí que su caminado, venía a lo mejor desde que se había hecho maestra de reclusorio femenil. Qué había escalado en el movimiento magisterial, y que de ahí venían sus términos al hablar. Aunque quise dar batalla, hablándole sobre la corrupción sindical, poniendo en tela de juicio los métodos fallidos de manifestación, y el totalitarismo  con el que tratan a sus "súbditos" y la reproducción de la represión que se hacen entre ellos mismos.
Algunos de sus argumentos parecían repetidos de un manifiesto, y otros me hicieron recordar en el tipo de personas que es la mayoría de la población, que al parecer no sale de un estado infantil, y que aún tienes que castigarlos y presionarlos, para que hagan algo medianamente correcto. Pero lo que me hizo sonreír fue la pasión con la que hablaba, ¡jamás la había visto tan feliz!, esa que siempre se quejaba de su desdicha, ahora, ya la vi menos negada a la realidad, y es que las personas utópicas, la niegan, e inclinan toda la balanza a aquello que un día será maravilloso.
Come, duerme en la calle, habla por el micrófono, vive a la intemperie, todo en pos de la lucha. ¡Respira, come, y caga revolución!.
Siempre he pensado que el poder corrompe a las personas, no sé si ella no a obtenido el suficiente poder que la corrompa o es que pertenece a ese espécimen raro, en que sus valores son más fuertes, que la dinámica en la que se desenvuelve, y más fuertes que incluso su sentido de sobrevivencia.
Por un momento, me pasó por la cabeza que quizá no llegue a vieja, no sé, la gente demasiado "buena" e "idealista", a veces estorba en este mundo retorcido, y también tienden a cuidar muy poco su cuerpo. Me la imaginaba perfecta para algún personaje de los "miserables",  con un sentido ético, y de justicia del siglo XIX, dispuesta a dar su vida por la revolución francesa.  
Al final, cómo siempre mis expectativas de ese encuentro eran exageradas. Después de todo aunque sigo confirmando, que ese grado de apasionamiento por algo, me está negado. En realidad en el fondo, ambas somos optimistas, y no positivas, porque inmediatamente ella alegaría sobre el "positivismo".