lunes, 13 de julio de 2015

Dicen que como vives mueres

Esa noche había estado recordando, su imagen, su sonrisa, su voz dulce, y su amabilidad. Estaba recostada en la oscuridad, tratando de dormir, pero el saber que su cuerpo estaba en la planta baja y que del otro lado de la pared en donde me encontraba estaba su habitación, la cual siempre me había parecido cómoda y el punto más cálido de una casa fría. Su habitación, lo último que ella había visto antes de morir. Por momentos me daba un poco de miedo, como una niña que ve una película de terror, nunca había temido ver a la muerte, pero esta vez era diferente. Desde que llegué y vi el ataúd enfrente de mi, escuche las oraciones, y vi la punta de su nariz que se asomaba por el vidrio del féretro, sólo ahí enfrente de mi, supe que era real su muerte. Ahí encerrada en una caja, rodeada de velas y flores, recordé sus manos tibias, sus abrazos, y ese rostro que conocía desde la niñez.
La principal de sus características era su tranquilidad, así vivió, así murió. Tenía esa tranquilidad que la hacía una persona difícil de descifrar, tal vez eso me parece porque nunca la conocía a fondo, convivía con ella unas temporadas al año, pero era la misma, de la que sabía todo a través de las historias y los relatos de mi madre. Eso hacía más difícil creer que ese cuerpo cálido, ahora parecía una estatua, una mascara de ella, y de su tranquilidad. 
Esa noche tuve la necesidad de pedirle mentalmente que no tuviera miedo, que se fuera en paz, que trascendiera con tranquilidad, sin preocupaciones, que se dejara ir, se lo pedí a su alma, se lo pedí a su conciencia que ya estaba transformada. Y de alguna manera, no sé si recibí contestación al día siguiente cuando sus cenizas llegaron, mi celular decidió prenderse sólo, y tocar a José José, su cantante favorito, justo en una canción de alabanza a la vida, y de despedida al pasado, así de irónico sonó en mi mente, tratando de entender lo que había pasado.
Hoy rumbo al trabajo vi el cielo y las nubes más hermosas, esto es la vida.