lunes, 3 de agosto de 2015

Otra de muerte

El día que nos avisaron que había muerto, hubo un silencio incómodo, pero no del tipo de silencio de no saber que decir, sino del silencio que es el resultado de no querer estar ahí, de la nada, del fin de nuevo.
Desde su estadía en el hospital, habían comentado la vida no querida que tenía, el maltrato, la soledad, y la manera en que había sido ignorada por sus seres más allegados. Al día siguiente de ser avisados de su muerte llegué a su velorio, solitario e impersonal, mi asistencia también lo era, en realidad sólo estaba formando parte de un protocolo, y otra parte de mi quizá era curiosidad de conocer otra cosa de la muerte, de ver a través del auto otros paisajes de partes de la ciudad que no conocía, y de no seguir encerrada en la misma casa.
Si me hubieran preguntado era mi mejor plan para ese día.
Así como los sillones cafés de piel o imitación de piel, de los años setenta, estaban en medio circulo al féretro, los niños salían y entraban corriendo, así como había gente haciendo bromas, así como eramos menos de cinco, así como las flores de deshojaban, así era la despedida de una persona que había tenido vida. Así yo comencé a ignorar que estaba ahí, y quería dormir, y quería cenar, y quería husmear en otras salas velatorias, cambiar de muerta y cambiar de dolidos.
Sabía que había sido simpática, que había tenido sentido del humor, recuerdo haber hablado con ella, pero aún así quería cambiarla, y no porque me importara mucho su muerte, sino porque quizá esa constante que tuvo en su vida, se estaba saliendo de su cuerpo, como un antiguo karma, que incluso hasta ese día las personas preferían ignorarla.
Si hubiera salido del hospital, hubiera sido parte del material de un escritor de novelas oscuras, así como la gente platicaba que era su vida, sabía que moriría sola, quizá arrastrándose por la sala, esforzándose por alcanzar su medicina, ahí tirada hasta que alguien hubiera llegado a dejarle de comer, o llegaran por la noche de trabajar y encontraran el cuerpo frío. Después de todo era más cálido morir en el hospital.
Aunque no sé si fue ignorada por las enfermeras.